Busquemos una mísera razón
para enviar al corazón
a las tinieblas de un "te quiero".
martes, 28 de agosto de 2012
viernes, 24 de agosto de 2012
Tri-steza
Te hace afrontar la herida
una mísera porción de casta
que, recordándote, olvida
la esencia del duelo que arrastra.
miércoles, 27 de junio de 2012
No puedo concentrarme
Las suaves notas de música revolotean traviesas por la habitación. La tenue luz de una lámpara de pie proyecta sombras que hacen de esta noche algo especial. Tú, que siempre buscas más, sonríes mientras mesas tus cabellos. Y ladeas la cabeza, en ese gesto tan tuyo que parece ensayado hasta la perfección.
lunes, 25 de junio de 2012
Musa
Hallo el placer en tu verbo.
Desesperado te observo escapar
negro en la noche cual cuervo.
Dándote gracias conservo mi hogar.
viernes, 1 de junio de 2012
Si tan sólo
Una nube de vapor violento
retuvo un instante tu aliento.
Una mirada a quemarropa.
Una pupila que se desboca.
retuvo un instante tu aliento.
Una mirada a quemarropa.
Una pupila que se desboca.
viernes, 24 de febrero de 2012
Palabras
"Nunca el poder de la palabra ha sido tan fuerte, ni el peligro en el que ésta se halla tan grande."
sábado, 28 de enero de 2012
Pasión
Te veo.
Esperándome desde tu balcón, te asomas al mundo con ese aire altivo que te otorga el saberte deseado.
Esperándome desde tu balcón, te asomas al mundo con ese aire altivo que te otorga el saberte deseado.
viernes, 13 de enero de 2012
Fuenlabrada, 1999
Fuenlabrada, 1999.
Ese último día de curso salí de mi clase del colegio sabiendo que no volvería a pisarla. Al menos como alumno. Me llevaba conmigo ocho años de recuerdos. Realmente, no le daba importancia. Total, en tres meses empezaría el instituto, que estaba a tan sólo unos metros del colegio, y allí me reencontraría con casi todos mis compañeros...
La primera balada
-¡Mira, mira! ¡Date prisa!
Puse el ojo en la rendija. Y la vi. Y me quedé embobado. ¡Estaba preciosa! Algo dentro de mí cambió en aquel momento. No lo sabía aún, pero ya nunca volví a mirarla del mismo modo. Bueno, a ella ni a ninguna otra.
Puse el ojo en la rendija. Y la vi. Y me quedé embobado. ¡Estaba preciosa! Algo dentro de mí cambió en aquel momento. No lo sabía aún, pero ya nunca volví a mirarla del mismo modo. Bueno, a ella ni a ninguna otra.
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