miércoles, 27 de junio de 2012

No puedo concentrarme

Las suaves notas de música revolotean traviesas por la habitación. La tenue luz de una lámpara de pie proyecta sombras que hacen de esta noche algo especial.  Tú, que siempre buscas más, sonríes mientras mesas tus cabellos. Y ladeas la cabeza, en ese gesto tan tuyo que parece ensayado hasta la perfección.

Yo te observo, sentado junto a ti en el sofá, acomodado entre los cojines y con una copa ya vacía que da vueltas entre mis manos.

Ahora somos tú y yo. Tú, riendo. Yo, observándote reír. Tú, mojando tus rojos labios en el rojo vino. Yo, que ahora digo palabras que te hagan ver que tu compañía me hace sentir bien.

Hay una mancha de vino junto a tu pie sobre la alfombra. No me importa. No importa nada en estos momentos más que tú, en este momento, en mi salón. Qué más da que a través de la ventana empiece a caer la nieve, algo siempre extraño por aquí. Da igual que el reloj esté marcando ya la hora en que comienza la función tan cara para la que tenemos dos entradas.

No puedo concentrarme en otra cosa que no seas tú, que ahora me miras con una sonrisa, haciéndome ver que estás feliz, que tu momento es éste, en el que comienzas a levantarte mientras me ofreces tu mano para bailar. Cómo puedo siquiera pensar, si deslizas tus pies sobre la alfombra, sobre esa misma mancha en la que no podría concentrarme aunque quisiera, teniéndote a mi lado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario