sábado, 9 de agosto de 2014

Fado


El calor de la noche lisboeta se colaba por las ventanas de aquel pequeño bar. En una esquina, ojos cerrados y oídos abiertos, estábamos los dos, escuchando a Ana Laíns interpretar "Não passes com ela a minha rua".

Apenas unas notas y un par de versos bastaron para saber que sería una noche inolvidable. Éramos dos forasteros en aquel laberinto de calles empredradas que nuestros pies habían repasado, metro a metro, durante todo el día. Pequeños y breves placeres que la vida nos estaba regalando una vez más, como refugiándonos de la implacable rutina, que acechaba en unos billetes de avión que nos devolverían a sus brazos al día siguiente.

Pero la vuelta a Madrid aún quedaba muy lejos. El ambiente del momento era un ir y venir de acordes, eses arrastradas y vapores de ginjinha. Las mesas apretadas unas contra otras, los músicos en un rincón y Ana dejándonos boquiabiertos con su voz, eran el marco perfecto para estar agarrados de la mano.

Era la primera vez que escuchaba un fado, pero no tardé ni el tiempo de una estrofa para encandilarme de una melodía quejumbrosa, con alma de mujer maltratada por el tiempo. Sin embargo, sumida en esa misma tristeza, no duda en ponerle una torcida sonrisa al mundo cruel que ven sus ojos. Lamento, socarronería, diversión, amor, celos, nostalgia... todo confluye en las cuerdas de una guitarra portuguesa para hablarnos de lo que canta: la vida tal como es.


* * *

Ayer volvió a sonar su voz en los altavoces del coche. Hacía mucho que no escuchábamos temas como "Não sou nascida do fado" o "Condição". Pero en el mismo momento que comenzaron a volar las notas, tú y yo volvimos, por un momento, a esa noche tan especial que vivimos entre las viejas casas del Bairro Alto.

1 comentario:

  1. Me encanta... me traslada... me transforma...Gracias mil por tu imaginación, por tu duende y tu don....SIEMPRE :-)

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